sábado, 13 de enero de 2018

El mendigo y el ratoncito

Lo que hoy vamos a relatar justifica plenamente una pregunta que con frecuencia se le hace al autor de este programa, en el sentido de si son ciertos los casos que aquí se relatan. Sobra decir que todos, sin excepción, se basa en hechos y no en ficciones, aunque y durante el proceso creativo de producción radial se vea esos hechos un tratamiento dramatizal.

En febrero de 1995 cierto mendigo ucraniano (de los muchos que literalmente invadieron a Moscú después del Glásnost) muerto de hambre y a punto de sucumbir por el frío y misericorde de un invierno ruso logró en su desesperación introducirse en una casa semiderruida y deshabitada. Su idea era quitarse la vida allí, y no en la intemperie como un animal cualquiera.

Fue cuando se aprestaba a cortar sus venas con la herrumbrosa navaja que había recogido días antes en un basurero que contempló algo ¡tan asombroso como absurdo!

A sus pies ,y en la semipenumbra, un ratoncito gris, casi tan escuálido como él,  se había detenido a husmear alrededor de sus casi desechos zapatos. Pero ¡lo insólito, por no decir fantástico!, era que portaba en su hocico lo que parecía ser un billete de banco.
Atónito, el famélico mendigo se incorporó trabajosamente y para su total asombro comprobó que el diminuto roedor tenía entre sus dientes no un billete cualquiera, sino uno de ¡cien dólares! Suponiendo que deliraba a causa del hambre hurgó en sus bolsillos hasta extraer unas ya endurecidas migajas de pan y cautelosamente las acercó al ratón; esté soltó el billete y tomando un mendrugo rápidamente desapareció en la oscuridad.  No bien amaneció el pordiosero acudió a la más cercana casa de cambio, y tras obtener una regular suma en rublos por sus dólares, compró suficiente comida, ropa gruesa y vodka.

Aquella noche, se repitió el increíble ritual como a la una de la madrugada el ratón apareció nuevamente con un billete de a cien dólares en el hocico y el mendigo ya le había colocado en el piso, además de migas de pan, trocitos de queso. Aun cuando cueste creerlo, aquella milagrosa situación continuó casi todas las noches, ya que,  en ocasiones, y quizás por estar demasiado bien alimentado, el pequeño roedor no aparecía regresando días más tarde.Tan maravilloso intercambio quizás habría continuado, de no ser porque el otrora mendigo alardeó del asunto durante una borrachera. 

Ello bastó para que su compañero de tragos procediera a degollarlo y, tras lanzar su cadáver al río Volga se apostó en el mismo rincón de la casa abandonada en espera del ratoncito milagroso. Pero ese roedor, quizás por instinto,  no volvió a presentarse. Aun así, el asesino insistió en quedarse allí, noche, tras noche, por si aparecía portando un billete, hasta que al fin su vigilia fue premiada.

Los maleantes que en semanas anteriores habían ocultado aquel tesoro en moneda estadounidense, producto de un asalto en cierto boquete oculto por tablas y basura,  regresaron por su botín. Pero, y al hallar solo unos escasos billetes carcomidos (sin duda por los ratones) arremetieron ferozmente contra el homicida del mendigo suponiendo era el quién sustraía los dólares.

Fue tan brutal la paliza que lo dejaron por muerto, solo que no lo estaba del todo, y fue gracias a su relato (corroborado por el dueño de la casa de cambio donde el fallecido mendigo hacia su trueque de dólares por rublos) como la policía y reporteros del Diario Izvestia supieron del insólito intercambio. Es decir, moneda americana por migajas de pan, entre un ratoncito hambriento y el pordiosero que hablo más de la cuenta durante una borrachera. (Escrito para Nuestro Insólito Universo).

Yoser Linares. (2015).
Universidad de Los Andes
Taller de Competencias Comunicativas II

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